sábado, 11 de junio de 2011

una nota que da esperanza (y envidia)

Música / Foro Iberoamericano en Brasil

Próxima estación, esperanza

Conciertos increíbles y charlas fueron parte de la muestra en Casa Grande, un proyecto cultural protagonizado por niños

Sábado 11 de junio de 2011 | Publicado en LA NACIÓN

Próxima estación, esperanza
Manu Chao posa para los jóvenes fotógrafos de Casa Grande.  / Laboratorio de contenidos Casa GrandeVer más fotos

Por Gabriel Plaza
NOVA OLINDA, Brasil.- "Ojalá pudieran estar aquí todos los que quiero, los que la están pasando mal en otros lugares. Estoy sereno pero sería feliz si todos ellos pudieran estar aquí conmigo", piensa en voz alta Manu Chao, mirando a su alrededor la felicidad que reina en Casa Grande, la creación de Francisco Alemberg y de su mujer, la arqueóloga Rosiane Limaverde, que generaron en el medio del sertao brasileño las condiciones culturales para que los chicos de Nova Olinda tengan las mismas oportunidades que todos.
Casa Grande es un sueño colectivo de chicos y adultos. Sólo hace falta mirar alrededor, como está mirando en este momento Manu Chao (amigo de la casa y habitué de las experiencias colectivas que se realizan en ella) para descubrir que el mundo podría ser feliz, conviviendo de otra manera: un artista de Mozambique compartiendo el ritmo percusivo con una alumna de Nova Olinda, una lingüista de Portugal escuchando lo que tiene que aprender de un chico del sertao , o un artista de Porto Alegre "trocando" milongas con uno del Nordeste, todos en armonía.
Casa Grande queda en Nova Olinda, un pequeño poblado de 12 mil habitantes, en el nordeste brasileño. Todos allí viven de la fábrica de piedra carirí, un centenar de comercios, la administración pública y en los últimos años del turismo de base cultural, gracias al movimiento e interés que despertó el Museo Memorial do Homem Kariri (instalado en los terrenos de lo que es la primera casa de Nova Olinda) y los programas modelo de Casa Grande que reinvidican la identidad cultural, las leyendas populares y la biodiversidad regional.
Para llegar a Nova Olinda desde Buenos Aires hacen falta tres cambios de aviones y una hora y media de combi hasta desembocar en ese paraíso tropical. Samuel da la bienvenida y ofrece una sonrisa generosa y auténtica. Es el joven coordinador del Foro de Música Iberoamericana en el que participará Manu Chao junto a una docena de músicos, investigadores y comunicadores llegados desde distintos puntos del Brasil y Portugal.
Samuel era uno de esos chicos difíciles y problemáticos de Nova Olinda, cuya vida se transformó cuando entró en ese espacio recuperado para la comunidad por Alemberg y su mujer hace más de veinte años. Hoy Samuel siente que puede hacer lo que quiera: puede elegir entre hacer música (fue el guitarrista estrella en el show de Manu Chao, ver recuadro), hacer producciones culturales para todo el Brasil o dedicarse a la fotografía. Como él, un centenar de chicos del la región está en ese mismo proceso de transformación, gestionando y participando de los diferentes proyectos: el laboratorio de video documental, la FM Casa Grande, la editorial de cómics, el canal de TV, las dos bandas de música de la fundación, el teatro y la recuperación arqueológica del hombre karirí, el nativo de la zona.
Los niños juegan, ríen, aprenden y construyen esa pequeña ciudadela cultural con biblioteca, cinemateca y acceso libre a Internet. En ese ambiente efervescente se desarrollan los cuatro días de encuentro. Manu Chao fue uno de los primeros en llegar y uno de los últimos en irse. Todos saben bien quién es el cantautor francés pero, a la hora de la convivencia, a la hora de comer feijoada o de dormir en las posadas familiares, que gestiona la cooperativa de padres de los chicos de Casa Grande, es uno más.
Su presencia no despierta la mayor sorpresa, aunque fuera de la comunidad su primera aparición en "público" despierta el interés de los estudiantes universitarios de la región, que asisten en masa a escuchar su charla sobre "La música y la transformación social". Todos los mininos de la escuela de comunicación de Nova Olinda, que forman parte del proyecto Casa Grande, también están tomando nota de las frases de Manu para sus blogs: "En la sociedad actual hay una apología del todo fácil, que es negativa para la cabeza de un minino "; "No acepto esa dictadura de tener que cambiar todo el tiempo. Esa es una trampa del sistema que te dice que cada dos o tres años tenés que mudar de ropa, de carro o zapatillas. No tengo auto porque ando en bicicleta y uso mis zapatos hasta el final"; "En mi trabajo adoro reciclarme. Si la música que hice me emociona, no tengo problemas de tocarla de nuevo", dirá entre aplausos de la platea.
Por la FM de Casa Grande que conducen los chicos, pasan todos los invitados al encuentro y se anuncian las actividades del foro que todas las noches termina con un concierto en vivo en el cálido Teatro Violeta Arraes, para doscientas personas. Los chicos se van a su casa y los adultos estiran la jornada hasta la madrugada en largas sobremesas en el bar-comedor de la institución, también manejada por los padres. "Debería tener un grabador en cada mesa, porque en todas sucede algo interesante", comenta alegre el inquieto Alemberg, entusiasmado por el movimiento de ideas que genera la casa.
De las reflexiones y paneles dirigidos al público infanto-juvenil de la región también participan el dueto del cantautor gaúcho Vitor Ramil y del guitarrista Carlos Moscardini, que con su proyecto de milongas dejan boquiabierto al público nordestino. Ellos hablan de las conexiones musicales (entre el sur del Brasil y el sur de la Argentina), una idea que se ampliará con la participación del colectivo artístico-comunicacional que forman la cantante carioca Eliza y el trovador mozambiqueño Costa Neto: una impresionante red de colaboradores, que acerca distancias culturales y es un símbolo de lo que sucede en Nova Olinda.
"Creo que todos aspiramos en una u otra medida a ser felices, estemos donde estemos, y eso nos une más allá de diferencias culturales y musicales", resume Moscardini el espíritu del foro. Después, en otra de esas largas sobremesas en continuado, Alemberg habla del proceso de construcción colectiva de esta utopía. No es discurso, Doña Fátima cuenta cómo cambió su hijo desde que está en Casa Grande: "Ahora Junior es más receptivo a la gente, vive más feliz y siente que puede ser lo que quiera". Junior tiene 19 años, es gerente del teatro de la Casa Grande y dice que quiere estudiar física. En Casa Grande, todo es posible.

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