domingo, 29 de mayo de 2011

OTRA ENTREVISTA PARA PENSAR. ES AL INSPIRADOR DE LOS INDIGNADOS... VEAN CÓMO NOS CABE A TODOS:

La crisis en España / Las protestas y el proceso político

"El compromiso debe seguir a la ira"

El inspirador de los "indignados" cree que el enojo solo "no sirve de nada" y que se necesitan "otros gobernantes"

Domingo 29 de mayo de 2011 | Publicado en LA NACIÓN


Jesús Ruíz Mantilla
EL PAIS
PARIS.- Con 93 años, este diplomático, escritor y activista del progreso es el inspirador de los jóvenes congregados en las plazas españolas, con el lema de su libro: ¡Indígnense!, que vendió 400.000 ejemplares en España y dos millones en Francia.
Este "joven" francés de 93 años apareció en el momento justo, con la palabra justa. Su único mérito ha sido recapitular; colocar en alza valores que hoy están amenazados y que han costado años y décadas de lucha y sacrificio. Libertad, igualdad, justicia, compromiso, derechos humanos. Palabras labradas a base de sangre y fuego, en su caso no con demagogia barata. Porque Stéphane Hessel tiene sus razones para indignarse cuando vislumbra la amenaza de verlas desaparecer. No es un charlatán ni un panfletario, aunque reivindique el género en el que Marx y Engels redactaron el Manifiesto Comunista (él no comulga con ello).
Nacido en Berlín en 1917, se convirtió en francés después de que sus padres huyeron de la amenaza nazi a París. Se enroló en la Resistencia; fue condenado a muerte y torturado por la Gestapo; pasó temporadas en varios campos de concentración y fue testigo de excepción en la histórica redacción de la Declaración de Derechos Humanos. Una vida y una altura moral más que suficientes para sacudir conciencias a nivel global.
-Su mensaje ha calado.
-Me alegro. Cuando empezamos con la idea de este pequeño libro, teníamos a Francia en la cabeza. Ocurrió que, en pocas semanas, se produjeron varios acontecimientos. La popularidad de Nicolas Sarkozy se hundió; lo mismo ocurrió en Italia con Silvio Berlusconi, e incluso en España con José Luis Rodríguez Zapatero. Antes de que se produjeran las revueltas del norte de Africa, la idea de que los gobiernos de varias partes del mundo rozaban comportamientos que provocaban la indignación de la gente era algo que raramente habíamos visto.
-Y se le dio por escribir este discurso y convertirlo en libro.
-No es un trabajo literario. Queríamos lanzar algo corto y estimulante. La editora se sentó; yo empecé a hablar; ella lo redactó, me lo dio, lo corregimos y lo lanzamos. Una vez en la calle, corrió como la pólvora.
-Es que hay mucha gente esperando un discurso que aglutine ciertos sentimientos.
-Lo he podido comprobar. El libro está basado en dos textos: el programa de la Resistencia, no muy bueno, pero escrito en el momento y en el lugar justos; cuando los franceses se sentían acorralados por los nazis. El otro es la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
-Me gustaría que contara el significado que para usted lleva el término "indígnense".
-Contiene su lado positivo, pero también sus partes oscuras. Con su llamada imperativa y con su signo de exclamación, es fuerte. Mucho más de lo que yo hubiera propuesto, porque no me considero revolucionario: soy un diplomático que cree en la no violencia. Busco poner a la gente de acuerdo, más que enfrentarla.
-Estamos rodeados de políticos que nos llevan a la guerra. ¿El diálogo es hoy revolucionario?
-Puede ser. Le diré que lo que más me convence de la palabra es que contiene otro término fundamental: dignidad. Por eso lo acepté. Cuando la dignidad se pone en cuestión, es necesario reaccionar. La indignación viene del pisoteo de la dignidad que cada ser humano lleva consigo. Por eso, siempre me remito a la Declaración de Derechos Humanos, que dice: "Todos los seres humanos somos iguales en dignidad y en derechos".
-Ahora apela al compromiso.
-El nuevo libro se titula precisamente Comprométanse. Es el paso moral siguiente a la indignación. Nadie puede molestarse por que el prójimo se comprometa con algo. Puede molestarse si se rebela, si se remonta impulsivamente; eso es hacer el caldo a otros como Marine Le Pen [líder de la ultraderecha en Francia]. Yo apoyo la indignación en el sentido contrario. La que me sacude cuando los derechos básicos son atacados. La ira debe ir seguida de compromiso.
-Eso suena difícil.
-No propongo a la gente que se enfade sin más, sino que se pregunte cuáles son las razones que ponen en peligro esos valores fundamentales que ahora tiemblan. No es fácil; no.
-Contra gobernantes ignorantes, ¿qué se puede hacer?
-¡Indignarse! Necesitamos otros gobernantes y, también, compromiso de la sociedad para respaldar a los más decentes. No podemos caer en esa desazón de la juventud, ni en pensar que todos los políticos son iguales, porque no es cierto. La rabia y la indiferencia no nos llevan a ninguna parte.

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